Ni la ola de atracos millonarios en Cancún alertó a tantas autoridades como esta tarde, cuando en una riña entre travestis salieron a relucir maldiciones, encantamientos y armas de fuego.
En el departamento 2, en la segunda planta del edificio número 126, en la Supermanzana 27, a unos pasos de la glorieta entre las avenidas Chichén Itzá y Palanque, las mentadas y maldiciones alertaron a los vecinos, pues ahí, todos los días se reúne un grupo de travestis que le rinden culto a la Santa Muerte.
Sin embargo, la tarde de este domingo no eran alabanza ni oraciones a la “niña blanca”, hoy, los hombres vestidos de despampanantes mujeres se lanzaban maldiciones, hechizos encantadores y balazos.
“¡Auxilio!, ¡Auxilio!”, gritaban ellas
Todo parecía una fiesta que al calor de las copas se salió de control, hasta que dos de “ellas”, una todavía en camisón de dormir, salieron corriendo y pidieron la presencia de valientes hombres uniformados, pues a la santera se le había metido el chamuco y sacó dos armas, con las que realizó disparos al aire, para aplacar a su rival de silicón.
Minutos después, la Chichén Itzá parecía zona de guerra, pues al lugar llegaron más de 50 uniformados en nueva patrullas –cuatro de la Policía Estatal y cinco de la Municipal-. De ahí, los cuicos pasaron cerca de dos horas y media negociando con la “dueña del templo”, para que se entregara.
La mujer de más de 1.78 metros de altura, con bastante silicón en su cuerpo y tatuada, confesó haber nacido en el cuerpo de Filemón M. J., como sus padres la bautizaron, ser yucateca y tener 23 años de edad, aceptó ser presentada ante el juez para arreglar el problemita del cual la “niña blanca” no la libró, ya que en la revisión al departamento se aseguraron dos armas tipo revólver calibre 22.
En las escaleras, Filemón no soportó que una verdadera mujer –policía- le pusiera las manos encima y se armó la trifulca nuevamente, ya que dijo ser influyente en la Gendarmería, pues su comadre es comandante de esa corporación (PFP); y no fue hasta que amablemente acompañada por otros oficiales fue sacada del edificio, con las manos esposadas, para encaramarla a la patrulla.
Así, a las 16:02 horas, la tranquilidad regresó a la avenida Chichén Itzá, a unos pasos de los tacos árabes, retirándose los poco más de 50 policías que no dan una en el combate a los robos, pero que pudieron tranquilizar a la adoradora de la muerte, quien además es conocida en el bajo mundo de la prostitución y clienta de la prisión «El Torito», por faltas a la moral y alterar el orden público, entre otros delitos.