Hace 23 años Luis Donaldo Colosio llegó en una gira de campaña presidencial al barrio de Lomas Taurinas en Tijuana, Baja California. Bajó del templete tras su discurso para saludar a la gente reunida. Se abría paso en medio de una multitud mientras se realizaba una transmisión en directo por televisión. En ese momento sonaba «La Culebra», de Banda Machos, cuando se alzó una mano empuñando una pistola y le dio un tiro en la cabeza. Segundos después otro disparo. Más tarde también se supo que también lo habían herido en el estómago. Eran las 17:00 horas y el candidato fue llevado de emergencia en una camioneta al Hospital General de Tijuana; sin embargo, horas después fue declarado muerto.
El país entero se conmocionó ante la noticia, el candidato a la Presidencia por el PRI había sido asesinado en un hecho sin precedentes.
En un México convulso por el levantamiento del Ejercito Zapatista unos meses antes y que pasaba del sueño de ser parte del primer mundo tras la firma del Tratado de Libre Comercio, a una pesadilla donde la nación parecía desmoronarse.
Entonces empezaron a surgir los rumores, las teorías, las dudas… la pregunta ¿Quién había matado a Colosio?
Las teorías del asesinato de Luis Donaldo Colosio fueron muy diversas y la mayoría basada en supuestos y declaraciones de testigos, políticos y familiares. Todas fueron recabadas por el Gobierno federal para dar una explicación a los hechos ocurridos aquél 23 de marzo de 1994.
Pereció en un Atentado a Tiros Luis Donaldo Colosio M.”, informó el diario Excélsior el jueves 24 de marzo de 1994.
Sin embargo, la verdad aún no se esclarece respecto a la muerte del sonorense. Y así como es difícil que se conozca la respuesta a la pregunta, nunca se sabrá siLuis Donaldo Colosio hubiera sido el gran presidente que muchos creyeron que sería.
No obstante, al releerlo se queda esa sensación de que a pesar de que ya ocurrió la llamada transición democrática, y la alternancia en el poder aún sus palabras en el Monumento a la Revolución una tarde del 6 de marzo de 1994 siguen hoy tan vigentes como en aquellos días.
HISTÓRICAS PALABRAS:
Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático.
Reformar el poder significa fortalecer y respetar las atribuciones del Congreso Federal.
Reformar el poder significa hacer del sistema de impartición de justicia, una instancia independiente de la máxima respetabilidad y certidumbre entre las instituciones de la República.
Reformar el poder significa llevar el gobierno a las comunidades, a través de un nuevo federalismo. Significa también nuevos métodos de administración para que cada ciudadano obtenga respuestas eficientes y oportunas cuando requiere servicios, cuando plantea sus problemas, o cuando sueña con horizontes más cercanos a las manos de sus hijos.
Estos son mis compromisos con la reforma del poder. Es así como yo pienso que cada ciudadano tendrá más libertades, más garantías, para que sus intereses sean respetados; para gozar de seguridad y de una aplicación imparcial de la ley. […]
En estos meses de intensos recorridos por todo el país, de visita a muchas comunidades, de contacto y diálogo con mi Partido y con la ciudadanía entera, me he encontrado con el México de los justos reclamos, de los antiguos agravios y de las nuevas demandas; el México de las esperanzas, el que exige respuestas, el que ya no puede esperar.
Ese es el México que nos convoca hoy; ese es el México que convoca a mi conciencia; ese es el México al que habremos de darle seguridad, al que habremos de darle rumbo en la nueva etapa del cambio.
Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su cultura y de que están dispuestas a creer, a participar, a construir nuevos horizontes.
Yo veo un México de campesinos que aún no tienen las respuestas que merecen. He visto un campo empobrecido, endeudado, pero también he visto un campo con capacidad de reaccionar, de rendir frutos si se establecen y se arraigan los incentivos adecuados.
Veo un cambio en el campo; un campo con una gran vocación productiva; un campo que está llamado a jugar un papel decisivo en la nueva etapa de progreso para nuestro país.
Yo veo un México de trabajadores que no encuentran los empleos ni los salarios que demandan; pero también veo un México de trabajadores que se han sumado decididamente al esfuerzo productivo, y a los que hay que responderles con puestos de trabajo, con adiestramiento, con capacitación y con mejores salarios.
Yo veo un México de jóvenes que enfrentan todos los días la difícil realidad de la falta de empleo, que no siempre tienen a su alcance las oportunidades de educación y de preparación. Jóvenes que muchas veces se ven orillados a la delincuencia, a la drogadicción; pero también veo jóvenes que cuando cuentan con los apoyos, que cuando cuentan con las oportunidades que demandan, participan con su energía de manera decisiva en el progreso de la Nación.
Yo veo un México de mujeres que aún no cuentan con las oportunidades que les pertenecen; mujeres con una gran capacidad, una gran capacidad para enriquecer nuestra vida económica, política y social. Mujeres en suma que reclaman una participación más plena, más justa, en el México de nuestros días.
Yo veo un México de empresarios, de la pequeña y la mediana empresa, a veces desalentados por el burocratismo, por el mar de trámites, por la discrecionalidad en las autoridades. Son gente creativa y entregada, dispuesta al trabajo, dispuesta a arriesgar, que quieren oportunidades y que demandan una economía que les ofrezca condiciones más favorables.
Yo veo un México de profesionistas que no encuentran los empleos que los ayuden a desarrollar sus aptitudes y sus destrezas.
Un México de maestras y de maestros, de universitarios, de investigadores, que piden reconocimiento a su vida profesional, que piden la elevación de sus ingresos y condiciones más favorables para el rendimiento de sus frutos académicos; técnicos que buscan las oportunidades para aportar su mejor esfuerzo.
Todos ellos son las mujeres y los hombres que mucho han contribuido a la construcción del país en que vivimos y a quienes habremos de responderles.
Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.
Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar. […]»
Fuente (Excelsior)