David Beriain conversó con HuffPost México sobre los miedos que tuvo que afrontar para retratar lo que ocurre al interior de la organización criminal más grande del mundo
David Beriain ha sido corresponsal de guerra en Irak, Afganistán y Libia. Ha reportado desde las minas de sangre en el Congo y se ha adentrado a la densa selva colombiana para hablar con los guerrilleros de las FARC. Pero a pesar de haber narrado conflictos armados en todo el mundo confiesa que nunca había visto algo como lo que ocurre actualmente en México, donde el poder de la droga y del dinero han desatado una crisis humanitaria sin precedentes en la historia reciente del país. Esta es la principal conclusión que sacó tras pasar más de tres meses infiltrado en el Cártel del Pacífico, tras la recaptura de Joaquín Chapo Guzmán.
El periodista español asegura que la normalización de la violencia y la manera en que la «narcocultura» han logrado echar raíces en grandes extensiones del país representan un fenómeno único a nivel global que evidencia la manera en que opera el capitalismo, pues el narcotráfico «no es otra cosa que la versión más extrema, salvaje y violenta de algo que mueve la vida de todos nosotros: la ley de la oferta y la demanda».
Pero documentar lo que ocurre al interior del Cártel del Pacífico no fue tarea sencilla, pues reconoce que los primeros encuentros frente a frente con los capos de la droga son los más peligrosos; los encuentros a solas, sin cámaras, momentos complicados en los que cualquier comentario fuera de lugar puede terminar en un reguero de sangre. Y menos aún, cuando en medio de las grabaciones, algunos grupos criminales balearon la casa de la madre del Chapo Guzmán a mediados de 2016. Sin embargo, casi un año entero dedicado al proyecto rindió sus frutos, tal como puede apreciarse en las impactantes escenas con las que Beriain y su equipo documentaron el proceso de producción de la heroína y la metanfetamina, los patrullajes que realizan los sicarios en Culiacán, el traspaso ilegal de drogas a Estados Unidos y la introducción de armas a México. Un trabajo reunido en tres capítulos de su programa Clandestino, que se transmitirá semanalmente por Discovery Channel a partir del 15 de marzo a las 22:00 horas.
Yo pienso que, haciendo una historia del narcotráfico, en el fondo estás haciendo una historia de cómo funciona el mundo actual», señala Beriain en entrevista con el Huffington Post México, el periodista asegura que en el mundo del narcotráfico, donde todo se reduce a matar o morir, las percepciones del bien y el mal pueden evidenciar las muchas contradicciones del mundo y del ser humano. Algo que puede resultar aterrador. «¿Cuántas veces nosotros en nuestra vida, en una escala sin que estén tantas cosas en juego, hemos hecho cosas que no nos gustan o que sabemos que no debemos hacer?», se pregunta Beriain.
«Lo que realmente me da miedo de mi trabajo es que cuando tú te sientas delante de ese al que llaman terrorista, asesino o narcotraficante, gente que mata gente, y no a uno ni a dos, a veces te gustaría pensar que va a existir una distancia infinita entre tú y él, que va a pertenecer prácticamente a otra especie. ¿Y sabes qué es lo que pasa cuando te acercas? Es igual que tú. Y puedes reconocer muchas partes de ti en él. Y eso asusta. Y asusta ver cómo en el narcotráfico se ven muchas de las fuerzas que mueven a este mundo», cuenta el periodista y autor del blog En pie de guerra.
He tratado de buscar luz y humanidad hasta en los lugares más oscuros. Clandestino es un programa que abunda en los grises de la naturaleza humana, donde los malos son malos pero también son buenos.David Beriain, periodista
Asegura que, contrario a lo que señala el presidente Donald Trump, el tráfico de armas desde Estados Unidos podría provocar que en un futuro cercano sean los mexicanos los que decidan construir un muro fronterizo para evitar que sigan muriendo miles de mexicanos mientras los estadounidenses siguen beneficiándose con el mercado negro de armas.
Este es un fragmento de la conversación que sostuvo Beriain con el Huffington Post México:
HP: Con tu amplia experiencia en zonas de conflicto armado, ¿qué fue lo que te dejó haberte adentrado en una organización como el Cártel del Pacífico? ¿En qué se diferencia la violencia que vive México por el crimen organizado frente a otros conflictos armados?
Es radicalmente diferente. Una guerra es una cosa que pasa a pesar de ti, o al margen de ti. El combate está ahí, se está produciendo y tú puedes elegir cuándo te vas a acercar. Puede que te sorprenda y te envuelva, pero está ahí. Hay una gradación del peligro que puedes afrontar. Aquí no. Estás dentro o estás fuera. No hay término medio. Y si estás dentro, si las cosas van mal, no hay salida. Ninguna. La medida de seguridad es que no pase nada, porque si pasa algo, no hay salida. No puedes estar un poco dentro del cártel. No. Tienes que estar con ellos. Y el problema es que si estás con ellos puede pasar algo. Y cuando pasa algo o se aparece la ley, pues a la ley le vas a tener que explicar qué estás haciendo ahí. Y eso costará más o menos. Pero más preocupante que eso es que ellos piensen que ha aparecido la ley porque estabas tú.
HP: Esta es, quizá, la primera vez que se hace un trabajo de esta magnitud a nivel cinematográfico dentro del Cártel del Pacífico. ¿Qué experiencia te dejó esta aventura o con qué te encontraste que no esperabas?
Muchas. Creo que quizá lo más increíble es la normalización. La normalización de la violencia, del asesinato. La normalización. Pero también creo que no puedes hacerlo de otra manera. Estas personas viven ahí, hacen eso, es normal, para ellos. Me resulta increíble hablar, como estoy hablando contigo, durante una hora, con un sicario que ha matado a cientos de personas. Y hablar abiertamente con él. Una de las cosas que me impactan es la sinceridad. Y te cuenta: «para mí matar se ha convertido en una adicción».
HP: ¿Tú consideras que la situación de México pueda calificarse como una guerra interna? Hay organizaciones que comparan la situación de México con la que existe en países como Siria y Afganistán.
A mí me vienen las imágenes, a la cabeza, del otro día, del ametrallamiento desde un helicóptero artillado con una calibre .50 contra un miembro de los Beltrán Leyva. Hombre, eso no es una operación policial, que yo sepa. Las operaciones policiales sirven para capturar, no para acribillar a un grupo de gente que está ahí. No conozco los detalles, pero desde luego, cuando en un combate como este se meten fuerzas militares, desde luego la situación escala. Los medios que se están empleando en esta guerra contra el narco son militares, son de guerra. Las tácticas, también. El nivel de enfrentamientos, también. El nivel de víctimas, también. Ahora, yo te pregunto una cosa: ¿hay que legalizar las drogas? No lo sé. Pero sí te digo que lo que se está haciendo ahora aquí en México y en el mundo en general no funciona.
HP: ¿Y qué papel juega el gobierno de Estados Unidos en todo este conflicto? Ya que incluso tuviste oportunidad de cruzar la frontera acompañando al cártel. ¿De qué manera se convive al otro lado de la frontera con este fenómeno? Pues pareciera como si en Estados Unidos no existiera el narcotráfico, no hubiera bandas criminales, aún cuando es ahí donde se distribuye la mayor parte de la droga. Dicen por ahí que Estados Unidos pone las armas y México pone los muertos. ¿Qué opinión te merece esto?
No son opiniones, son hecho. Lo he visto con mis propios ojos. Los espectadores lo van a poder ver en el programa. Sube un tipo con drogas, seis kilos de heroína, llega a San Diego, espera, le cargan el coche con un Kalashnikov, un R-15, munición antiaérea, granadas y vuelta. (Con) todos los controles que hay para evitar que suban (a Estados Unidos) las personas y las drogas, no existe ninguno para agarrar (lo que) baja (del norte). El coche ni se detuvo totalmente un segundo. Y esas armas se han comprado legalmente en Estados Unidos. Por la laxitud de la legislación se han reportado perdidas o robadas, y han ingresado al mercado negro. Luego pasan con esa facilidad que te cuento. Dos mil armas ilegales pasan la frontera cada día de Estados Unidos a México, 700 mil al año.
No estamos hablando de pistolas, sino armas de guerra, ametralladoras pesadas, armas antiaéreas, lanzagranadas, granadas de mano, rifles de francotirador de alta potencia. Todo eso viene de Estados Unidos. Prácticamente el 100% de las armas que tienen en su poder los cárteles viene de Estados Unidos.
Entonces, cuando Donald Trump coge su dedo índice y lo apunta aquí, no a los cárteles mexicanos sino a México, al conjunto de los mexicanos y al conjunto de los hispanos, y los hace responsables de todos los males que sufre su América, Estados Unidos, debería pensar quién compra las drogas. Sin demanda no hay oferta que valga, quién vende las armas. En esta historia no está libre de pecado nadie. Nadie puede tirar la primera piedra, nadie. Hay sobrados ejemplos de cómo cuando le ha sobrado esto a Estados Unidos, y yo no soy especialmente antiamericano, ha utilizado, cuando el gran enemigo era la lucha contra la insurgencia de raíz comunista en América Latina, ha utilizado el narcotráfico para financiar sus operaciones sin ningún problema. Lo que pasa es que ese narcotráfico se ha vuelto tan fuerte que amenaza la viabilidad de países que están muy cerca de Estados Unidos. Y ahora ya no quiere nada que ver con eso. Y ahora le interesa mirar a los hispanos y decir, «oye, es que si usted no tiene trabajos es por esto». ¿Quién va a limpiar Estados Unidos, literalmente la mierda, quién va a hacer todos los trabajos que no quieren hacer? Literalmente colapsaría la economía de Estados Unidos sin los hispanos y los mexicanos. Entonces yo realmente, yo me planteo si no va a haber un momento en que el sacrosanto muro este de las narices, no va a llegar un momento en que los mexicanos digan, «no, lo vamos a construir nosotros». Porque las armas con las que nos están matando a nosotros vienen de usted. Y de ese tráfico ganan dinero ellos, también. Y las drogas llega un momento en que ya no las trafican los mexicanos, las trafican los americanos. ¿De qué estamos hablando?
HP: Durante mucho tiempo se habló que el Chapo Guzmán era uno de los hombres más ricos del mundo y el criminal más buscado. Después de lo que viste, ¿te parece que el Cártel de Pacífico es la organización criminal más grande del mundo como se nos suele contar?
Sí. Lo era, lo es y posiblemente lo será. Con el Chapo Guzmán o sin él. Porque (existe) esta pulsión tan fuerte de ponerle nombres propios a las amenazas, que se dio con Al Qaeda y Osama Bin Laden: Estados Unidos desplegó una caza al hombre como no se ha conocido en la historia de la humanidad para acabar con el mito. Bueno, pues Osama Bin Laden murió. ¿Ha acabado el terrorismo yijadista? No. Porque el fenómeno es mucho más complejo. Por mucho que lo queramos simplificar, la complejidad nos va a terminar cazando a nosotros. Se dice que Joaquín Guzmán Loera, es el líder del Cártel de Pacífico. Bueno, era el líder espiritual, pero hay otras familias, que siguen funcionando en pleno movimiento. Es que, además de esas familias que forman el núcelo del cártel, hay una cantidad de gente allegada a esa organización, que es una red clientelar tan fuerte que es muy difícil de desmontar. Mira, el tránsito de cocaína por ejemplo. El Chapo Guzmán y su familia prácticamente no han exportado nunca cocaína a Estados Unidos, porque lo que ellos hacen es traerla de los países productores como Perú, Bolivia o Colombia, a Culiacán. La compran a 2,500 dólares el kilo. La venden en Culiacán a 17 mil dólares. ¿A quién se la venden? A minoristas independientes que luego la pasan. De 17, la colocas en San Diego en 20 o 22 mil. Ya no es tanta la ganancia. Y él no quiere asumir ese riesgo, porque sabe que necesita una red mucho más grande, porque ya nadie pasa toneladas, a no ser que tengas un túnel. Se pasa de a poco, porque se regresa menos, es más efectivo. Entonces esa gente no trabaja para el cártel, se asocia con el cártel.
El cártel dice, «no quiero trabajadores», porque a los trabajadores hay que pagarles aunque se haga el envío o no. Quiero socios, que los socios ya se ocupan ellos de cuidarse a sí mismos, ya se ocupan ellos de tener éxito. Saben que les va su negocio en ello. El cártel permite que mucha gente haga dinero, incluso apoyándose en la estructura central del cártel. Pero eso le genera una red de alianzas tan fuerte que cómo desmontas eso. Cuando la gente en Sinaloa sale a protestar por la caída del Chapo Guzmán, dicen, «bueno, les habrán pagado». No. Es que hay mucha gente que vive de eso. Nos podrá parecer lo que quieras a los demás, será todo lo errado moralmente que queramos pensar, pero esa gente vive de eso, alguna gente sobrevive con eso y otra gente se ha hecho rica con eso. En cualquier caso son gente, que vienen de la sierra, que vienen de territorios donde el Estado no significa nada para ellos.
¿Qué es el gobierno ahí? Nada. ¿Qué da el gobierno ahí? Nada. ¿Qué le debo yo al gobierno? Nada. Cuando el Estado no se hace presente en esas situaciones, cuando no hay ley, cuando no hay justicia, cuando no hay servicios, el hombre siempre busca una forma de ley, de orden y de servicios, aunque sea de una manera perversa para el resto de la humanidad».
Es impresionante la admiración que provoca el Chapo Guzmán a mucha gente en Sinaloa que lo ven como un hecho por sí mismo, que ha labrado su propia fortuna, que no se olvidó de los demás, que intentó ayudar a su gente. Es muy difícil de asumir para los que vivimos tranquilos en nuestra casa, yo en España, en el supuesto primer mundo que ya es segundo, pero es que es así, para mucha gente es así. Y esto hay que entenderlo.
HP: Estuviste mucho tiempo en Culiacán. ¿Qué fue lo que más te impresionó de todo este contexto, de esta narcocultura? ¿Qué te impresionó más de todo esto?
La narcocultura en sí misma, la normalización de eso, que eso ya se haya convertido en una cultura. Me preguntan muchas veces: ¿qué piensan de Narcos, de la serie? Pues lo curioso es que Narcos se alimenta de la realidad pero la realidad se alimenta de las series también. La habitación más demandada de los moteles de lujo de Culiacán donde se hacen las fiestas de los narcos tiene un mural de Scarface. Y dices tú, «pero qué necesidad, si ya eres Scarface». Ya, pero son humanos. También quieren ser los de las películas. Entonces, llegas a un punto es que eso es una cultura donde parece que lo raro es hacer otra cosa o no tener una relación con eso. Eso es lo más chocante, porque lo demás ya lo había visto en otra situación: la normalización de todo eso y el poder que tiene, que no es tanto el poder del narco, es el poder del dinero.
Fuente: Excelsior