Conocida como Marichuy, de 54 años, adelanta que buscará hacer una caravana por todo el país como la que el EZLN realizó en 2001, en la que ella participó con su hijo mayor apenas en brazos.
La aspirante indígena a la Presidencia de México, María de Jesús Patricio, dice estar dispuesta a enfrentarse «a lo que venga» durante los meses en que recorrerá el país para «escuchar» a los pueblos originarios en busca de crear un «proyecto anticapitalista».
La mujer nahua nacida en Tuxpan, municipio del occidental estado de Jalisco, piensa unos instantes antes de contestar si teme por su seguridad tras ser nombrada portavoz del Concejo Indígena de Gobierno en un país donde se contabilizan 30.942 desaparecidos y decenas de defensores de los derechos humanos asesinados.
«En parte pues sí (hay temor). Es uno humano pero pienso que al tomar esta iniciativa uno se va a enfrentar a lo que venga«, dice a Efe Patricio en la recepción de su consultorio de medicina alternativa
El Congreso Nacional Indígena (CNI), movimiento impulsado por el rebelde Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y fundado en 1996, constituyó en mayo pasado el Concejo Indígena de Gobierno para participar en el proceso electoral de 2018.
Conocida como Marichuy, de 54 años, adelanta que buscará hacer una caravana por todo el país como la que el EZLN realizó en 2001, en la que ella participó con su hijo mayor apenas en brazos.
Con voz pausada y firme, asegura que los delegados del Concejo y el CNI están «preparados para lo que pueda pasar».
Creemos que eso (la inseguridad) no nos va a detener porque llevamos claro lo que queremos lograr al participar en esto», afirma esta médica tradicional, quien descarta aceptar una escolta del Estado una vez que se registre como candidata independiente ante el Instituto Nacional Electoral.
«No la vamos a aceptar, pienso, porque no hay esa confianza. La práctica nos ha dicho lo contrario a lo que se dice» desde el Gobierno, recalca.
Con su cabello negro que lleva suelto y una blusa con bordado tradicional hecha de tela ligera de algodón para soportar el calor húmedo de su pueblo natal, cuenta cómo descubrió que las plantas pueden curar diversos males, una herencia de su abuela y sus tías que ha perfeccionado con el tiempo.
Comenzó dando consultas a domicilio y años más tarde fundó la clínica «Calli Tecolhuacateca Tochpan», una casona oscura de varias habitaciones en que un retrato del caudillo revolucionario Emiliano Zapata y la imagen de la Virgen de Guadalupe dan la bienvenida a los pacientes.
Una complicada enfermedad de su madre, que las instituciones de salud no pudieron curar, le hizo comprender que podía usar sus conocimientos para ayudar a que los enfermos no tuvieran que pagar largos tratamientos.
De ahí me entró (la idea de que) si yo puedo hacer esto, lo voy a hacer. La misma vida me fue enseñando por dónde y esto es lo que me gusta», afirma sonriente.
Marichuy entendió también que la medicina tradicional es una forma de rebelarse contra el sistema, de combatir la pobreza que viven las comunidades nahuas del sur de Jalisco y preservar sus conocimientos ancestrales.
Al interior de las comunidades es importante esto de la medicina porque no se vuelven esclavos de los laboratorios, sino usan su propia medicina y ponen en práctica ese conocimiento», explica Patricio, quien ha visitado las poblaciones cercanas para promover el cuidado ambiental en favor de la salud.
Desde hacer años organiza talleres para que las mujeres conozcan las bondades de las plantas y puedan curar a quienes viven en las localidades más alejadas de la cabecera municipal.
Ella misma elabora las pomadas, tinturas, jarabes e infusiones que receta. Las hierbas que no puede cultivar en su casa las busca en los bosques cercanos. Y si un paciente no tiene dinero para pagar el remedio, puede aportar plantas que luego servirán a los demás.
Marichuy es conocida no solo por su trabajo como médica tradicional sino por impulsar la colaboración entre comunidades.
Afirma que el trabajo de 20 años como integrante del CNI ha complementado su labor comunitaria. A esa organización la considera su «casa» y un espacio donde cobró conciencia de que las poblaciones indígenas tienen «una identidad» común, que comparten problemas de tierra, discriminación y pobreza.
Su elección como representante del Concejo ha difuminado la normalidad de su vida. Tímida pero firme, atiende a las decenas de medios internacionales que han sido atraídos por su historia. «Es como brincar a algo desconocido», dice esta mujer acerca de su nueva experiencia como figura pública.
Sabe que, pase lo que pase, sus raíces están en Tuxpan, a donde piensa volver para retomar su vida normal tras los meses de giras por todo el país que le esperan. «Aquí está mi ombligo» (origen), declara con una sonrisa.
Con Información del El Nuevo Diario